
Qué es
Se trata de la forma que tiene el organismo para defenderse de posibles peligros. Se manifiesta a través de pensamientos, sensaciones y comportamientos. Es un problema que afecta a una gran parte de la población, pero el análisis y un tratamiento adecuado nos dará las herramientas necesarias para combatir la ansiedad.
A nivel cognitivo. Cuando nos encontramos ansiosos, nuestros pensamientos nos avisan de que estamos en peligro y se manifiestan a este nivel en forma de preocupación, temor, inseguridad, miedo irracional, pensamientos negativos…
A nivel fisiológico. Tenemos ciertas reacciones corporales como sensación de ahogo, palpitaciones, presión en el pecho, dolores de cabeza, irritabilidad, latidos fuertes del corazón, sudor, debilidad, desmayos, sensación de acaloramiento o escalofríos, hormigueo o adormecimiento en las manos, sensación de náuseas o dolor de estómago, presión en el pecho, sensación de muerte inminente e incluso sospecha de infarto.
A nivel motor. Todo esto nos lleva a escapar o huir de un peligro, fumar, comer o beber en exceso, pueden incluso manifestarse ciertos tics en nuestro movimiento, ir de un lado para otro sin una finalidad concreta, tartamudear, llorar, quedarse paralizado…
Reacciones
En primer lugar todos tratamos de buscar la forma de controlar esos peligros anticipadamente para no fracasar, pero en la mayoría de los casos nos resulta casi imposible, la consecuencia es no haber conseguido enfrentarse a ellos y, por tanto, no hemos evitado las situaciones que los generan.
En estos casos, tendemos a posponer una situación que nos genera conflicto porque creemos que no estamos lo suficientemente preparados para enfrentarla o queremos esperar a estar seguros de obtener el resultado deseado. Ese tiempo de espera genera un incremento de las expectativas de seguridad que esperamos y, en la misma proporción, un descenso de las posibilidades para hacerle frente. En definitiva, un bloqueo cada vez mayor que nos aleja del camino para combatir esa ansiedad.